lunes, 10 de septiembre de 2012

María Sandalia Pérez Rico, una zalameña desposada con el fundador de la Armada Argentina.



La historia local de Zalamea la Real ha ido desgranando, a través de sus investigadores, las biografías de sus muchos personajes ilustres nacidos en esta vieja localidad andevaleña: ministros, obispos, anarquistas, historiadores, diputados,…que han ido engrosando en cartel de personajes ilustres del lugar. Pero hoy quiero traer a este apartado biográfico una pequeña reseña sobre un personaje aparentemente anónimo que, no obstante ha pasado a la historia por ser la esposa de uno de los principales personajes de la historia naval de Argentina, corsario en tiempo bajo pabellón español, y Coronel de Marina de la flota de dicho país suramericano.

Gracias a la disposición del Departamento de Estudios Históricos Navales de Argentina, que ha tenido a bien remitir una copia de la Fe de Bautismo de nuestro personaje, sabemos que María Sandalia Pérez Rico nació en Zalamea la Real el día 3 de septiembre de 1784, en el hogar familiar constituido por sus padres Joseph Pérez Rico y Juana Zarza. Dos días después de su nacimiento sería bautizada por el vicario Joseph Felipe Serrano (conocido por ser el sacerdote que dio respuestas al cuestionario emitido desde la Corte por el geógrafo Tomas López), en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, ejerciendo como padrino de bautismo su primo (mozo soltero indican los documentos) Manuel Rufino.

La ausencia de información personal de la inmensa mayoría de los ciudadanos de a pie de la España del XVIII hace que perdamos la pista de María Sandalia y su familia hasta inicios del siglo siguiente. Como muchos otros zalameños, la familia Pérez Rico la encontramos a en la primera década de 1800 en la ciudad de Cádiz, en la etapa crucial de la Guerra de Independencia contra los invasores franceses y, sobre todo, en el momento histórico de la gestación de la Constitución de 1812, La Pepa. Parece ser que a inicios de 1811 la familia Pérez Rico visitaba asiduamente en el penal del Castillo de San Sebastián de la ciudad a un amigo que había corrido la desafortunada suerte de encontrar presidio acusado de traición a la patria. El Castillo lo había convertido Carlos III en prisión militar en 1769, y en él estuvieron cautivos liberales y eminentes independentistas americanos. Uno de ellos, Juan Bautista Azopardo, marino maltés, se enamoraría de la susodicha María Sandalia, doce años más pequeña que el prisionero. El sentimiento de ella hacia el marino no sería menos.


Juan Bautista Azopardo

Azopardo había nacido en la localidad maltesa de Senglea en 1772. Ya desde pequeño había estado vinculado al mar, situación que se afianzó cuando emigró para estudiar construcciones navales en la localidad francesa Tolón. Su estancia en tierras galas en una época de grandes cambios políticos e ideológicos fue fraguando su espíritu liberal que no tardaría en poner en práctica años más tarde.
Antes de consolidar su figura pública como héroe de la marina argentina, Azopardo había ejercido de corsario contra los intereses de la Armada inglesa haciendo uso de las patentes de corso ofrecidas tanto por Francia como por España. En este contexto las crónicas destacan su labor frente a los navíos ingleses en la invasión de Buenos Aires en 1806 y 1807. Había llegado a tierras sudamericanas a inicios de 1800 y sus hazañas como segundo Comandante del navío corsario “Dromedario” (bajo pabellón español) frente a los ingleses comenzaron a fraguar su leyenda. Tanto que el gobierno español no tardó en elogiar su trabajo hasta el punto de declararle  “Teniente Coronel de las Milicias Urbanas” en Buenos Aires.


Pero Juan Bautista Azopardo daría un giro a sus intereses políticos, ideológicos y, por qué no, sentimentales cuando en el proceso revolucionario de 1810 se puso del lado del pueblo criollo. En el  Virreinato del Río de la Plata se había ido consolidando el ideario liberal importado de Europa (tras la Revolución Francesa) y de los Estados Unidos  (después de su Guerra de Independencia) desde inicios de siglo. La noticia de la total ocupación napoleónica del territorio español en 1810 llevó a Buenos Aires a proclamar su Revolución de Mayo. El marino Azopardo organizó una flotilla, para lo que muchos historiadores argentinos es la génesis de la Armada de este país, cuando alistó a la goleta "Invencible", el bergantín "25 de Mayo" y la balandra "Americana" y ascendió el río Paraná para hacer frente el 2 de mayo de 1811 a la fuerza naval española en San Nicolás de los Arroyos. La derrota argentina llevó a Azopardo a la reclusión primero en Montevideo y posteriormente a Cádiz.

María Sandalia, fiel enamorada del marino maltés, no cejó en su entrega a éste en sus años de reclusión. La relación entre nuestra ilustre zalameña y el prisionero no se relajó en los 9 años de cautiverio de éste. Su escaso tiempo de reunión no fue impedimento para que en 1814 naciera el hijo de ambos, Luis Antonio María de los Ángeles. Pero la desconexión familiar aumentó cuando Azopardo fue trasladado en febrero de 1815 al Castillo San Fernando de la Cortadura, y más aún cuando pasó a la prisión de Ceuta (donde indican algunos textos que compartió prisión con el inca Tupac Amaru) quedando su esposa e hijo en Cádiz. Indica la biógrafa de Azopardo, Mercedes G. Azopardo, cómo María Sandalia durante el cautiverio de Azopardo en España sufrió junto con su esposo los más grandes dolores morales, pero supo afrontar la adversidad con entereza y esperar el retorno del amado para juntos emprender el camino que idealmente forjara.

Tras tres condenas a muerte y otros tantos indultos, la Revolución Liberal de Riego le ofreció el indulto definitivo en 1820. Ese mismo año, volvería a Argentina para seguir defendiendo los intereses de la que ya era su verdadera patria. Allí obtuvo el grado de Teniente Coronel de Marina. Mientras tanto, su familia quedó es España, donde tras la convulsión generalizada después el levantamiento de Riego contra Fernando VII  lograron viajar en 1822 al lado de su esposo para, ocho años después del nacimiento de su hijo, volver a reencontrarse, ya de forma definitiva, toda la familia.

Tras varios años en activo defendiendo frente a varios enemigos exteriores la patria argentina, se retiró en febrero de 1827. A partir de entonces, como indican varios autores, vivió sumido en la pobreza y en el olvido del gobierno por el que tanto había luchado, realizando grandes sacrificios para sacar adelante a su familia. Pudieron comprar una casita en los arrabales de Buenos Aires en la calle Corrientes y Libertad, donde Juan Bautista, María Sandalia y Luis Antonio vivieron siempre  (y donde incluso nacieron sus nietos).

Poco más tenemos  para hablar de María Sandalia, cuyo paso desde Zalamea a Argentino no estuvo exento, ni mucho menos, de penalidades y desgracias. No obstante parece ser que su carácter propio de esta tierra nunca lo perdió. Dice Mercedes G. Azopardo de ella que lucía en las fiestas con sus vestidos de “sarao”; regio collar de perlas de dos vueltas, y según las circunstancias, abanico de marfil o bien un mosoba de cerda blanca y cabo de marfil tallado […] Este objeto, quizás único, debe haberlo traído de España, de origen árabe; no olvidemos que ella era de Andalucía.

Juan Bautista Azopardo murió en 1848 y María Sandalia Pérez Rico tres años después, en 1851. Su hijo había ingresado en el ejército en 1833, casándose con Alejandrina Saravia y teniendo 5 hijos. Murió en 1873. Los descendientes siguen viviendo en Argentina.

José Manuel Vázquez Lazo.